Crítica al artículo de Rebelión del 2-08-06:
El jardinero infiel

El jardinero fiel es una película británica del 2005 donde aparentemente se hace una crítica «feroz» a las multinacionales farmacéuticas que experimentan, prueban sus nuevos medicamentos, en este caso contra la tuberculosis, en Kenia. Decía aparentemente porque al final el sistema en su conjunto funciona y los buenos, los jueces, el derecho, etc ponen las cosas en su sitio, bueno más o menos. El caso es que la película hace una crítica a las multinacionales y su desprecio por la humanidad y la salud, pero en ningún momento la película se cuestiona la técnica utilizada para generar salud… hasta el título es desafortunado en este artículo.

Silvia Ribeiro
Alai-amlatina
Fabrizio y Jordano, dos de los 140 bebés peruanos que fueron sometidos a un experimento de la empresa Ventria Biosciences con sustancias derivadas de arroz transgénico, muestran alergias desde entonces, según declararon sus madres a la prensa (La República, Perú, 20/7/06).
Según el testimonio de Diana Canessa Garay, madre de 24 años, el año pasado llevó a su bebé de ocho meses al Hospital del Niño, en Lima, con un cuadro de diarrea severa. Una médica le ofreció entonces administrarle un «suero de arroz», lo que la joven de 24 años aceptó ya que no tenía razones para desconfiar de la «autoridad médica», y le preocupaba lograr la pronta recuperación de su único hijo. Firmó entonces la autorización que le pedían para poder administrarle el medicamento, sin comprender realmente las consecuencias que podría tener.

Cuando cualquier medicamento está en fase experimental en humanos, su uso debe ser autorizado por el enfermo, o en este caso por su responsable. Primero se hace en pequeños grupos de enfermos mediante doble-ciego con placebo y en una fase posterior a poblaciones controladas.
El hecho de que en este caso sea una mujer pobre y desesperada no la hace a priori más ignorante y por tanto más vulnerable a la “maldad” de las multinacionales que cualquier españolito que tome cualquier medicamento. Por cierto, TODOS los medicamentos, por definición tienen efectos secundarios.

Diana no sabía entonces que su hijo, que ahora tiene dos años, pasó a ser objeto de un experimento de una empresa biotecnológica estadounidense que no estaba autorizado en el país sede de la empresa, con sustancias no aprobadas para el consumo en ninguna parte del mundo.

Tanto en EEUU como en cualquier país imperialista, que es donde se genera la tecnología, se experimenta con seres humanos. Sólo hay que ver las últimas muertes en el reino unido de varios jóvenes (británicos y de clase media) al prestarse voluntariamente que se probara en ellos nuevos medicamentos. Por tanto la aprobación o no del consumo de una sustancia no la hace inocua.

Según la madre, luego de que le dieron este suero, el bebé comenzó a manifestar alergias y actualmente es «enfermizo, delicado, alérgico a todo». Agrega «me engañaron, sólo querían experimentar con mi bebito».

Por suerte la ciencia, incluida la medicina, dejó de utilizar la astrología y la videncia en la corroboración de hipótesis. Generalmente se necesitan poblaciones de estudio muy grandes, cada vez más, para demostrar la causalidad. Y aún así esta causalidad no se puede hacer Teoría, hay que intentar refutarla continuamente. Por lo tanto, el hecho de que un bebé enfermo, bastante por lo que parece, con cuadro diarreico, a los pocos meses de tomar un suero de arroz manifestara alergia no demuestra que fuera las proteínas transgénicas la que provocaran esa alergia. De hecho, aún no se conoce, a ciencia cierta, por qué se producen las alergias. Simplemente hay evidencias.

El experimento, que ahora ha sido denunciado por varias organizaciones internacionales y peruanas de derechos humanos, consumidores, ambientalistas y la Asociación Médica Peruana, consistió en administrarle a un grupo de bebés con diarrea, un suero de arroz con las proteínas recombinantes lactoferrina y lisozima, producidas en Estados Unidos en arroz transgénico modificado con genes humanos sintetizados. (para más detalles ver artículo «Bebés como conejillos de indias», La Jornada, México, 1/7/06)

Bien, la lactoferrina es una proteína humana, la producen entre otras muchas células los neutrófilos. Esta tiene una gran afinidad por el hierro, imprescindible para el crecimiento de bacterias y hongos, por lo que es bacteriostática. Cuando se produce una enteritis, o cualquier diarrea vamos, se pierde buena parte de la flora intestinal, microorganismos que viven de por vida con nosotros y que son beneficiosos, es más imprescindibles. Por lo que al perderse se deja cancha a microorganismos patógenos, cuando no han sido estos los que han desplazado a los “autóctonos”, lo que sería una infección. Al suministrar lactoferrina, se inhibe la proliferación de patógenos, hasta que la flora comensal se recupere.
La lisozima, más de lo mismo, es una proteína humana, presente en todas las mucosas, pero que se ve aumentada en procesos infecciosos y que degrada la pared bacteriana, el peptidoglicano, de manera específica.
Las alergias se producen por una respuesta inmunológica ante elementos (proteínas, glicoproteínas, etc) que en condiciones normales son inócuos, pero que el sistema inmunológico los reconoce como nocivos. ¿por qué? bueno, algo expliqué en este artículo.
Por tanto, en principio, digo en principio, estas proteínas aportadas desde fuera no producen alergia.

Justamente, la posibilidad de provocar alergias de los fármacos recombinantes producidos en plantas transgénicas, es uno de los riesgos que varias organizaciones estadounidenses, incluyendo el Center for Food Safety (Centro para la Seguridad de los Alimentos), habían alertado a las autoridades de su país cuando Ventria solicitó aprobación para cultivar este tipo de arroz en California.
Según el informe de ésta y otras organizaciones, sustentado con numerosas referencias científicas, las proteínas recombinantes – derivadas de organismos transgénicos- no son idénticas a las producidas naturalmente. Las diferencias pueden ser tan sutiles que en laboratorio pueden ser difíciles de detectar. Sin embargo, el sistema inmunológico de los seres humanos sí es sensible a estas diferencias y puede generar anticuerpos, que en algunos casos llevan a la reacción crónica a muchos otros alimentos o sustancias a los que antes el paciente no era alérgico.

Cierto, el sistema inmunológico genera anticuerpos contra TODAS las proteínas (y derivados), y estos pueden detectar diferencias minúsculas entre dos moléculas. Estos anticuerpos “característicos” los producen, en un principio, una sola célula que está tranquila en los ganglios linfáticos, cuando esta se ha puesto en contacto con la sustancia, su “media naranja”, se activa, se divide, etc. y produce la alergia. Pues bien, la probabilidad de que esa célula exista, de que esté en un ganglio del intestino, y de que otra célula le lleve el trocito de proteína “diferente”, es muy, pero que muy bajo. Y además, que sólo con el primer contacto, en unos meses desarrolle esa alergia, ese niño está gafado. Pero es que además!, todos los días (o meses que sé yo) nos enfrentamos no a pequeñísimas variaciones, sino frente a miles de nuevas proteínas, que nuestro sistema inmunológico no había visto jamás, a diferencia de la lactoferrina o la lisozima, sin embargo no desarrollamos alergias, normalmente. Esto es porque el sistema inmunológico tiene “polis buenos” (Células T reguladoras) que calma a los polis malos. A un poli en Los Ángeles se le enseña que los negros son peligrosos, pero hay detalles de algunos elementos negros que los hacen “inofensivos” ante la ley, como son coches caros, mujeres rubias, zona donde se mueva, etc. Pues igual.

En la respuesta que emitió a los cuestionamientos de Asociación Pro Derechos Humanos de Perú, el director del Instituto Especializado en la Salud de Niño, doctor Dante Figueroa Quintanilla, uno de los responsables del experimento, argumenta, entre otras cosas, que «en la medicina moderna se emplean lícitamente proteínas recombinantes para mejorar la salud de las personas, por ejemplo insulina, hormona del crecimiento, factores de coagulación y hematopóyeticos».
Justamente, en todo los casos citados por Figueroa Quintanilla han habido problemas de algún tipo, pero como ya es común en el caso de los transgénicos, la poderosa industria biotecnológica se ha ocupado de que sean escasamente difundidos y poco conocidos. Es inexcusable que un director de hospital, que firma su acuerdo para exponer a bebés a un experimento con proteínas recombinantes, no las conociera, o peor aún, no las tomara en cuenta.
Por ejemplo, la insulina recombinante, uno de los ejemplos más usados por los promotores de los transgénicos para señalar los supuestos beneficios de estos productos, conlleva una historia de ocultamiento y manipulación sobre sus efectos dañinos. En 1999, la Asociación Diabética Británica, dio a conocer un extenso informe -que había ocultado varios años debido a las «donaciones» que reciben de empresas farmacéuticas y de edulcorantes que también contienen transgénicos- según el cual, habían recibido quejas de casi el 10 por ciento de sus miembros (equivalente a 15 mil personas), directamente asociados con el cambio de la insulina animal a la insulina transgénica.

Pero bueno, ¿qué se está criticando aquí?, el uso de biotecnología para la medicina, el uso de insulina, a los diabéticos!!. El uso de insulina animal, la que se extraía de los cerdos (puff, ¿y los vegetarianos?), se purificaba y se inyectaba era:
-Muy difícil de producir, cara: por lo tanto era para diabéticos «pudientes». Elitista.
-La insulina de cerdo no tiene la misma estructura que la humana, no conozco el porcentaje de homología, pero es diferente. Entonces sí que se daban alergias, rechazos, etc.
-La insulina recombinante es idéntica a la humana, se produce por toneladas en cultivos bacterianos, se purifica al 100% sin impurezas y es baratísima. Preguntarle a un diabético de 15 años qué le pasaría si no tuviera esa insulina.
Esas quejas de las que habla en el párrafo anterior, ¿son por los edulcorantes transgénicos, por la insulina, por el color del bote de la insulina…?


Los daños reportados iban desde malestares leves hasta la ausencia de síntomas previos al coma diabético, (¿qué? releer esta frase, impresionante, imagino que será la traducción) que es muy grave porque puede llevar al paciente a la muerte (si tiene ausencia de síntomas, ¿cómo llega al coma?), al no tomar medidas para enfrentarlo. Se ha documentado también la generación de anticuerpos en el caso del uso de factores de coagulación y hormonas de crecimiento. En un caso particular (MGDF) fue retirado de las pruebas clínicas porque la formación de anticuerpos provocaba hemorragias. (Como ya he dicho antes, si no se hicieran pruebas clínicas, no habría medicamentos.) En otros casos, siguen en circulación pese a que se conocen sus efectos dañinos, en parte porque las empresas los ocultan o minimizan, en parte porque eliminan otras alternativas o cuentan con poderosos cabilderos para impedir que se conozca la verdad y se tomen acciones consecuentes.
Igual que con los transgénicos agrícolas, son abultados los expedientes ocultos de los transgénicos de uso farmacéutico, ya que si se conocieran en totalidad, no habría justificación para que estuvieran en el mercado.
En el caso de Ventria en Perú, parece que, además, están dispuestos a seguir el triste camino que han recorrido muchas empresas farmacéuticas de usar a las poblaciones del tercer mundo para hacer experimentos no autorizados en su país.
Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC


Os habréis dado cuenta que mi crítica ha sido hasta ahora solo «biológica». Lo hago así porque es como se tiene que hacer. No se puede mezclar chicha y limoná, por más que una indocumentada persona quiera.
El capitalismo en su fase imperialista necesita para su supervivencia, para su reproducción el dominio, el saqueo, la explotación de regiones dominadas. Ahora Israel prueba armas nuevas en El Líbano, prueba tecnología nueva. Lo mismo hacen las multinacionales farmacéuticas. Con lo que se gasta EEUU al año en tener gobiernos títeres, sumisos va a probar nuevos medicamentos exclusivamente en EEUU, y si lo hace lo hace con los parias de su país.
Lo que quiero decir es que si mezclas la lucha contra el capitalismo (o contra las multinacionales) con la lucha contra la biotecnología vas perdido.
El uso de la biotecnología es beneficioso, lo es. A mí no me gustaría tener hepatitis B, gracias a la biotecnología cubana existe esa vacuna. Vacuna que se vende con precios especiales a países pobres, que se ha probado en seres humanos con todas las garantías éticas, de salud, etc. Cuba está sembrando y comercializando tabaco transgénico, cuando pasó todos los controles que los científicos (y no las multinacionales) vieron necesarios.
La Ciencia es la herramienta del Capitalismo para el desarrollo de las fuerzas productivas, para aumentar la explotación, los beneficios, para reproducir el sistema… Pero hasta que no estemos en total equilibrio con la naturaleza, a mí que me den insulina recombinante que del cerdo…el jamón!