Estuve ayer en una concentración-mitin en la plaza de Cataluña de Barcelona que después se convirtió en una pequeña manifestación. Hubo hasta algún detenido.
¿por qué digo «rebeldía subprime»? Se me ha ocurrido al leer esta impresionante noticia: donde el presidente de la patronal de los concesionarios de coches, Antonio Romero, dice sin ruborizarse que han estado inflando las cifras de venta de coches, que han subido deliberadamente los precios a los particulares y bajandolos a compañías de alquileres, etc. Lo que es escandaloso, y que se me llevan los demonios, es cuando al final del todo de la noticia dice: «Para hacer frente a esta situación aseguró que hará falta despedir a unos 20.000 vendedores». Veinte mil personas a la puta calle porque ELLOS cometieron un delito. Por su codicia.
Los bancos, las empresas financieras, las de concesionarios, el capitalismo en general intenta mostrar una cara que no es reflejo de su alma. Lo penoso es que los anticapitalistas también lo hagamos. Y ayer lo hicieron. Se me hace raro después de tanto tiempo volver a leer los panfletos, escuchar las mismas consignas autocomplacientes, en una masturbación colectiva que no tenía fin. Estoy acostumbrado a ver decenas de organizaciones, a cual de ellas más «freaky», más marginal. Había hasta un grupo de veganos, he «perdido» su panfleto, si no os lo reproduciría. Curiosísimo.
Todo el discurso es el mismo, desde la CNT, Lluita internacionalista, corriente roja, Revolta global (Espacio Alternativo), PSUC (PCE), PCPC, o los del Partido comunista internacional, mis preferidos porque ¡tenían el panfleto más largo y con la letra más pequeña!. Están tan divididos (y unidos en la misma mediocridad) que hasta los estudiantes hablaban por universidades, o sea, los de la UAB movilizan un día, los de la UB otro…
¡Es que no me digáis que no es como la vida misma!
Todo este circo, lleno de consignas y discursos más que manidos, con sus grititos, sus aplausos, que la crisis la paguen ellos, etc. esconde una profunda crisis teórica y organizativa. La más evidente: dónde estaban los trabajadores que van a ser o han sido despedidos. Y es que tenemos que leer «El padre de blancanieves«, como ya comenté, ¿por qué?, pues lo explica muy bien Ale: «Para mí, lo que convierte a éste libro en fundamental es su llamamiento a la aplicación inmediata de una pregunta: “¿qué haces cuando haces?”. Por eso no es un manual (como tampoco lo era “¿Qué hacer?”). Hay más libro del que nos cuentas, porque lo que nos dice es que “sí hay libertad”. “No eres libre” porque trabajas para quien trabajas, porque el fruto de tu trabajo es el que es… pero, ¿qué haces mientras? Es decir, cuando estás con tus compañeros de trabajo, ¿de qué hablas? Cuando vendes en una tienda, cuando diriges a tus subordinados, cuando das una clase, cuando te sientas en el autobús… Llevar la militancia a la producción, recuperarle al capitalismo parte de la vida que te quita, es unir ambas: unir militancia y vida. De hecho, si eso no es así, no es militancia sino delirio adolescente. Sí, pero eso es posible YA. No se puede sostener que existe, a la vez, la demostración de la posibilidad actual de la vida militante y que es un manifiesto. O es una cosa, o es la otra.
Así es, sin ánimo de juzgar a los que estábamos allí, sino desde la generalización, lo de ayer, lo de casi todos los días es puro delirio adolescente. Ya no sólo por su falta de utilidad revolucionaria, sino porque son golpes de pecho de sábado por la tarde. No es sólo porque las movilizaciones no empiezan nada, sólo pueden ser colofón de un trabajo silencioso, escondido, y sobre todo poco agradecido; sino también porque esconde una falta total de ideas, de horizonte, de utopía. Nos limitamos a decir, ¡qué malo es el capitalismo!, y lo repetimos una y otra vez. Pero no sabemos cómo implicar a la gente en la destrucción del capitalismo (o transformación, como sea), pero lo que es peor, no somos capaces de ver cuándo la gente lo está haciendo ya, y lo hacen en su vida cotidiana, no en su ocio del sábado por la tarde leyendo panfletos infumables, lo hacen en su trabajo, en su pareja, con sus amigos…
El capitalismo no está en crisis, es crisis. Cuando hacemos zoom sobre él vemos caos, cuando nos alejamos, existe un orden que está al borde del precipicio pero que no caerá por sí solo. Y en ese «orden» estamos cada uno de nosotros, alimentándolo, sosteniéndolo. Las demostraciones de ayer, con su estiercol incluido, son necesarias para mantener el equilibrio. No nos engañemos. El sistema necesita de la «crítica» porque lo legitima. Ataquemosle donde más le duele, en las relaciones de producción, en silencio, que disminuyan las tasas de ganancia, sin aspavientos, sin golpes de pecho, sin masturbaciones colectivas, como millones de hormiguitas. ¡Pero basta ya de rebeliones subprime!
Y después a organizarse, pero esa es otra historia….
16 noviembre, 2008 at 5:31 pm
FE-LI-CI-DA-DES. Una autocrítica tan voraz como hacía tiempo q no veía. Y aún más, un aplauso a los luchadores escondidos, q no llevan la camiseta d «anti-moda» ni gritan las consignas «verdaderas»… pero q aportan poco a poco, el trabajo d miles. Me ha gustado mucho Alfredo, creo q ese es el camino.
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16 noviembre, 2008 at 8:47 pm
Gracias, Alfredo, por volver a escribir y decir lo que yo debería/querría y no me llega ni a golpe de pecho. Ayer, por Tenerife, busqué a los «masturbadores», como tú comentas, incluso pensé en unirme a ellos, cuatro gatos, ya que fui expresamente a ello, pero me autorechacé para no ser una más de sus conocidas de izquierdas a la que convocar para dar un abrazo y tomar una cerveza. Me fui pensando en esto que tú dices y claro que creo que hay que ser más valiente, más hormiga, y además organizada, constante, consciente, realista.
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17 noviembre, 2008 at 8:57 am
Uff,
Yo siempre sostuve que el pesimismo no es para los vivos y que la autocomplacencia no es para los cuerdos. Partiendo de estas breves premisas varias cosillas:
A mi siempre me gusta saber dónde estoy. Y para ello creo que es importante saber de dónde vengo. Quiero decir, que la clase trabajadora no posea hoy las herramientas organizativas (políticas, sindicales, vecinales, etc) tiene una historia. Esa realidad nos puede situar en varios campos, dentro de la lógica de la izquierda revolucionaria: 1) en la desmoralización más absoluta en la que cayeron gentes de la izquierda y la extrema izquierda que hoy día no creen absolutamente en nada (quizá el ejemplo más claro sea el de los militantes de base del PT y la ORT) 2) en el sectarismo más pueril que rechaza la realidad y se construye un contexto ideal e irreal para comenzar a construir algo y 3) en la materialimo más clásico que parte de lo que hay, con su pasado y presente, e intenta hacer política a pesar de que hubo tiempos y realidades «mejores».
Creo que tu entrada tiene un poco de todo (aunque mucho me temo que más de lo primero). A todos nos pasa, pero creo que últimamente tienes muy poco de lo tercero y eso me preocupa como militante y como amigo.
En otro momento me gustaría hablar de algo de lo que creo que se debe esta situación, de los porqués del movimiento antiglobalización, etc. Tal vez con una cervecita en la mano. Porque sinceramente, no intento ser incisivo, creo que estás cayendo en un hoyo que te impedirá moverte, al menos en el plano político. Espero estar equivocado, porque en ese momento habremos perdido un valioso cuadro.
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17 noviembre, 2008 at 12:03 pm
Bueno, veo que la cosa se pone interesante.
Lo que ocurre con este tipo de debates es que al final el espacio es demasiado corto o los conflictos demasiado complicados como para resolverlos así como así.
Voy a escribir cosas al respecto con las que no estoy de acuerdo con Alfredo.
Una vez le pregunté a un amigo que tenía doble nacionalidad (hispano-francesa) qué se sentía más, si francés o español. Y la verdad es que se lo pregunté pensando que me diría que español. Sin embargo su respuesta no fue esa, pero me gustó mucho. Me dijo que cuando le preguntaban eso en Francia le entraban ganas de decir que español, pero que cuando se le hacía esa misma pregunta en España, respondía que se sentía francés. Sencillamente, se sentía de lo que no tenía en ese momento, digamos, de lo que echaba de menos: la carencia genera el deseo.
Cuando discuto de política, me pasa muchas veces lo mismo. Me siento entre dos aguas y no puedo evitar sentirme identificado con el reverso de las ideas que estoy escuchando. Muchas veces oigo hablar a los trabajadores normales con más sentido común que los comunistas, pero no puedo dejar de ver el mérito que tiene mucha de la militancia a la que supongo alude Alfredo con su texto de ahí arriba. Así que le intentaré responder.
Lo que dice Alfredo es que hay un desfase enorme entre los trabajadores no organizados y los sí organizados. Un desfase que es gigantesco e ideológico. Tal y como él lo expresa da a entender que los que el vio en la manifestación estaban totalmente fuera de la realidad, porque, probablemente, su forma de organizarse es la que los desconeacta. De esta forma, como uno intente interpretar la sociedad a partir de los análisis de esas asociaciones, podemos equivocarnos muchísimo. En definitiva, esas organizaciones no son «reales», porque creen que representan a los trabajadores y en realidad no es así, como les sucede a los judíos de frente popular del vídeo que ha colgado.
Yo creo que el trabajo de cambiar la sociedad es complicadísimo y nos hace al final, a aquellos que lo queremos emprender, situarnos en un montón de situaciones muy diferentes las unas de las otras y con todo tipo de personas.
A mi parecer, Alfredo lo que plantea es que trabajar las relaciones sociales, personales, políticas (relaciones de producción) con los trabajadores «directamente» es más real que hacerlo con los trabajadores «a través de esas organizaciones» que no los representan. Pero lo dice como si las personas que conforman esas organizaciones no fueran trabajadores y tuvieran un origen social igual que los que están «fuera».
Alfredo da a entender, me parece a mí, que los problemas que surjan con la gente no organizada cuando uno intenta llevar a cabo algo político son más «reales» que los que surjan cuando se intenta llevar a cabo algo con los que sí lo están, de ahí que merezca más la pena dedicarse a «los trabajadores» y no tanto a «las organizaciones» que nombra.
Yo creo que si ese zoom del que él habla lo aplicásemos no sólo al capitalismo si no a los trabajadores, organizados o no, nos daríamos cuenta que existen multitud de virtudes y defectos y confusión tanto en un «bando» como en otro.
Si queremos transformar la sociedad yo creo que tenemos que aprender a lidiar tanto con un tipo de trabajador como con otro, ver cómo funciona cada uno, por dónde te puedes entender, que cosas son correctas -si es que las hay-, intentar explicarte para que cada cual te pueda entender y que, a fin de cuentas, ni por un lado ni por otro te vean más raro que un piojo con lunares.
Todos los problemas y la confusión que surja cuando uno habla con los comunistas «organizados» son igual de reales que los van te van a surjir cuando hables con los trabajadores normales y, mucho me temo, tenemos que saber hablar con unos y con otros. No digo que haya que darle prioridad a aquel que esté «organizado», digo que nuestra tarea va a ser, finalmente, saber comunicarnos indiferentemente de si está «dentro» o «fuera», porque, en última instancia, lo que nos hará acertar será nuestro propio trabajo.
Y eso es todo. Lo siento si al final me quedó demasiado largo.
Ciao!
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17 noviembre, 2008 at 12:34 pm
Respecto a los niveles de conciencia hay mucho escrito. Sobre todo existe toda una polémica (estúpida por las dimensiones que llegó a tomar) entre dos familias trotkistas: morenistas y mandelistas (podemos leer «la teoría leninista de la organización» o «partidos de vanguardia» de mandel o «partido leninista partido mandelista» de moreno). La polémica carece de sentido, pero puede arrojar un poco de luz a este debate, ya que de lo que se trata es de la relación entre una organización revolucionaria y el grueso de la clase.
Como en todo hay extremos que evitar: por un lado el sustitucionismo (sustituir la diversidad ideológica de la clase por la del comité central) y por otro el consejismo (caer en el obrerismo más radical, seguir a la clase ignorando que la clase dominante es la que genera la ideología dominante). Fuera de estos límites, el debate está abierto. Y creo que no existe una única posibilidad realista.
El texto de Alfredo me ha parecido consejista. El problema es que yo sé que él no es consejista, por eso detecto en él un hastío hacia las organizaciones en general, cuyo fondo político me gustaría debatir.
Un abrazo
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18 noviembre, 2008 at 4:04 am
No es la clase son las relaciones sociales, no es la política es la historia, no es la clase son las masas, no es la clase es la lucha de clases, no es la vanguardia es la organización, no es la dirección es la base, en fin, Javi ¿cómo pretender transformar el mundo reprodunciéndolo?
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18 noviembre, 2008 at 4:06 am
Hablo de prácticas y de lugares estructurales, de efectos y de los procesos en los que están incluidos…
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