Me estoy leyendo un libro de esos que te marca, tan bueno que me paso las paradas del metro, que me cabrea, me emociona…Se llama «El hombre que amaba a los perros» de Leonardo Padura. Os lo voy a reventar (espoiler le dicen), el protagonista muere, se lo cargan, el nombre del asesino es mundialmente famoso: Ramón Mercader, bueno, no lo conocéis, pero seguro que al «ideólogo» sí, Stalin. Los protagonistas del libro son Liev Davidovich Trotsky, Ramón Mercader e Iván, el escritor.

Ya escribiré algo sobre el libro, os contaba esto porque cuando Trotsky está agonizando en México, con 60 años y le ve las orejas al lobo, reflexiona que la 2º guerra mundial, esa monstruosa guerra imperialista, despertaría las consciencias de los trabajadores europeos y soviéticos, y se rebelarían contra sus amos, la revolución despertaría de nuevo…

Es un cliché, pero es típico fatalismo trotskista. Nosotros (me incluyo) nos hemos tirado años soñando con esta crisis, que sería la que haría despertar a las masas de trabajadores explotados y alienados. Je. El otro día me decía mi amiga Noe que cómo se podía hacer una revolución en plena crisis, que los trabajadores estaban pasándolas canutas para movilizarse. ¡vaya! Si no hay crisis porque estamos muy bien, y cuando hay crisis porque estamos muy mal. ¿en qué quedamos?

Pocas veces se tiene la oportunidad de visualizar concretamente las carencias organizativas de la clase obrera en nuestro país. Fui a una asamblea de precarios en Barcelona, con motivo de la subida de las tasas de doctorado, las llamadas tutorías, a 400€. Los predocs son trabajadores que además de estar precarios deben pagarse su formación. No deja de ser una consecuencia de los procesos privatizadores que empezaron hace cerca de 20 años (Informe Bricall). Y más cercano del «plan Bolonya», del que tanto renegaron los precarios de la FJI, que no iba con ellos decían.

Cuando llegué a la asamblea, en la que se tenía que decidir quién y qué se llevaba a la reunión con el conseller Huguet, llevaban una hora dando vueltas al asunto, argumentando la injusticia de la subida, hablando todos al mismo tiempo, sin turnos de palabra, sin actas…Nada parecido a organización.

Ahí está una de las claves de por qué en tiempos de crisis no hay movilización, y sí las hay en Francia o Grecia. Aunque a los trabajadores nos diera por protestar contra las medidas de ajuste que nos están aplicando sin vaselina, no sabríamos cómo hacerlo. La gente más formada de este país, los doctores, no saben qué es una asamblea, no saben respetar el turno de palabra, no saben tomar decisiones en grupo, etc.

Podemos convocar mil huelgas, mil manifestaciones y mil asambleas; pero hasta que no aprendamos a generar poder popular, hasta que no deshagamos toda la ideología individualista, pueden caer chuzos de punta que nada efectivo se hará.

Pero hay que aprender haciendo, y este es un momento ideal para dar un impulso a ese aprendizaje. Pero también es un momento bueno para que aprendamos con ética a tomar decisiones colectivas, a evitar la manipulación de los grupos organizados, del más carismático, de los más lanzados o de los más miedicas. De todo hay en una asamblea, y el otro día pude visualizar en 5 minutos los 3-4 grupos.

Pude constatar, por desgracia, lo relativamente fácil que es llevar a una asamblea sin experiencia a tomar la decisión que uno quiera. Había 3 posiciones, y por las intervenciones, un grupo de gente apostaba por negociar con la Generalitat. Intervine, sinteticé las tres posiciones que no se habían materializado hasta ese momento, y defendí la mía (que yo creía que era la mayoritaria), y propuse que se votara tras un turno de palabras cerrado. «Sorprendentemente», la gente que había defendido la negociación cambió el sentido del voto tras mi intervención. qué hubiera pasado si mi intervención hubiera sido defendiendo la opción minoritaria, ¿hubiera cambiado el sentido del voto, y por tanto la decisión de la asamblea? Probablemente.

Que conste que esto no me hace ni más listo, ni manipulador, ni nada. Es la consecuencia normal de la ausencia total de experiencia de la peña en tomar decisiones colectivas, algo imprescindible para la construcción de un movimiento popular.

Que conste en acta.