Colombia, punto y aparte.

Fuente: IAP

Mi «último» acompañamiento en Colombia fue a la ACVC, la Asociación campesina del valle del Río Cimitarra.

La primera parada era Medellín, ciudad tan hermosa como injusta. Tienen hasta papeleras en sus calles, pero como en el resto del país, el «Estado» llega ahí, a las papeleras. Por lo demás la in-justicia la imparte el «para-Estado». Decenas de fronteras invisibles dividen la ciudad en mini-Estados con su propia policía y reglas. Entre estos mini-Estados hay una guerra sangrienta que no da cuartel y donde no se cumple el tratado de Schengen.

En Medellín se celebraba una audiencia. Los acusados eran ex-soldados. El crimen, participar en la ejecución extrajudicial de un campesino inocente. Casi todos llegaban relajados al juzgado, acompañados de un par de soldados jóvenes con caras de pocos amigos. Caminaron alrededor de nosotros, tomaron café y charlaron con unas chicas. Yo pensaba que eran amigos de los acusados, no, eran ellos. El que sí llegó esposado y con la cara descompuesta era el muchacho que disparó al campesino en el 2008. Pero sobre esta audiencia hay escrito más y mejor: de Eli y de prensa rural.

Lo que yo quería contar es que tuvimos la oportunidad de acompañar el 1º de mayo a la primera marcha campesina, obrera y minera que se celebraba en Segovia, Nordeste antioqueño, desde la masacre de 1988.

fuente IAP

El día empezó con una misa en el cementerio de Segovia en honor a los caídos por la violencia para-militar. Lo que mi trabajo me permitió oír de la misa (estaba la fuerza pública haciendo «su trabajo» también) fue impresionante. El cura dio y permitió arengas del tipo: Trabajadores de Segovia, presente, presente, presente. «Compañeros caídos, presentes, hasta cuando, hasta siempre, hasta cuando, hasta la liberación nacional«. Y esta que gritó toda la audiencia (menos los uniformados): «Por nuestros muertos ni un minuto de silencio, toda una vida de combate«.

Pero como decía, la fuerza pública nos hizo emplearnos a fondo y no nos dejó disfrutar del acto. Unos tombos (policía) dieron una cámara a un par de niños que vestían una gorra de «policía cívica» (sic), que se dedicaron en la misa a hacer fotos del acto. Ante mi sorpresa, el teniente de la policía me explicaba que ¡eran para un álbum!. Pero no sólo policía, el ejército acudió «religiosamente» a la misa en el cementerio. Eso sí, su presencia allí, armados hasta los dientes, hace estremecer a cualquiera.

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En la plaza al término de la marcha una cámara grababa a todos los asistentes. Intentamos impedirlo, pero fue imposible. A cientos de campesinos se les privaba del derecho a la intimidad y a la libre circulación. En ese pueblo precisamente la fuerza pública fue responsable por omisión de la matanza de 43 personas en 1988.

LA MATANZA DE SEGOVIA.

Fuente IAP

No voy a describir lo que pasó. Está en wikipedia. Pero sí la indignación que sufrí al ver que la fuerza pública que tenía que garantizar la seguridad de esa población no sólo se escondió y esperó a que sus matones hicieran el trabajo sucio, si no que encima, la prensa, como portavoces de los asesinos, acusan a la insurgencia de la matanza.

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El objetivo eran los militantes de la Unión Patriótica, partido político que sufrió un genocidio político, más de 3000 de sus militantes fueron asesinados o desaparecidos. Con impunidad hasta el momento.

EL DORADO. La zona del nordeste antioqueño es muy rica en oro. Segovia y Remedios, dos pequeñas ciudades de la región, están encima de cientos de km de túneles excavados durante décadas por los mineros artesanales y por la multinacional Frontino Gold Mines. Las organizaciones campesinas y sociales de Colombia suelen reivindicar la regulación de la minería artesanal frente a la «industrial», llevada a cabo a gran escala. Uno de los argumentos que se dan es que la minería a cielo abierto genera una destrucción ambiental y contaminación intolerable. Y es cierto. La deforestación de cientos de Ha de bosque tropical, la contaminación del agua por el uso del cianuro, el desplazamiento de miles de personas, el saqueo, etc. son las consecuencias de la minería a gran escala. Sin embargo, no se puede reivindicar la minería artesanal sin más. Es necesario hacer una autocrítica. Esta minería utiliza el mercurio para lixiviar el oro, y los residuos son vertidos directamente a las quebradas. ¡No por nada Segovia es la ciudad con más contaminación de mercurio del mundo!

Como le decía durante esos días a un campesino-minero, no todas las calamidades del pueblo colombiano son directamente fruto del imperialismo, las multinacionales o la oligarquía. El campesinado tiene una gran responsabilidad. La maldita costumbre de tirar todos los residuos al monte, como si la selva fuera un pozo sin fondo. La deforestación descontrolada que es la responsable de las inundaciones en toda Colombia. La cantidad de enfermedades derivadas de la contaminación por mercurio, cianuro, pesticidas, abonos, herbicidas…no son sólo culpa de las fumigaciones y la minería a gran escala. El campesinado también lo es.

Fuente IAP

El desarrollo humano y social de Colombia es una responsabilidad internacional. Sus selvas son reserva de la biosfera. Como españoles tenemos más responsabilidad todavía, no por la conquista, sino porque las multinacionales con sede en nuestro país son responsables del saqueo y el conflicto que sufre ese hermoso pueblo.