Por mi despiste llegué 12 horas antes que mi compañero de viaje, como premio una bofetada de calor subtropical. A ver, qué puede hacer un rojeras como yo en una ciudad como Miami. Lo primero desayunar. Salgo del metro aéreo, bastante deteriorado, impuntual y caro; esquivando a los primeros mendigos y me meto en la primera cafetería que encuentro. Sin pensarlo me siento en la barra. Y mira tú qué curioso, me encuentro literalmente rodeado de «cubanos» escandalosos. Chistes machistas, chismes y negocios no muy claros me amenizan el café con leche dobleazucarado con el emparedado de jamón y queso de pan cubano. Estoy en Miami, la gusanera.

Lo primero que se percibe en esta ciudad es la cantidad de gente que es hispano-parlante. En el hotel me recibe una colombiana «costeña» que «mamaba gallo» y me contaba empapada en sudor mientras pasaba la aspiradora, cómo casi la hacen encargada, pero que tuvo que trabajar durante más de 30 días seguidos…sin descanso. No le pregunté el sueldo.

Pues eso, ¿qué hago yo en Miami aparte de sudar? Vamonos pa’ la «little Havana». Un paseo de nada, una horita bajo el sol tropical me llevan a un barrio deteriorado, con casitas bajas donde se venden frutas tropicales. Hombres mayores sentados en la puerta de barberías. Busco y busco, callejeo, pero no encuentro nada que me recuerde a la Habana, casi nada. Viejas y deterioradas casas de colores, pobreza, pero poco más.

Los cubanos son los únicos ciudadanos del mundo a los que otro país les dedica una ley, que les da el estatus de refugiados políticos obligatoriomente. Como bien demuestra el corresponsal de la BBC en Cuba, el apenas 1 millón de cubanos que viven en EEUU no son mayoría a pesar de todo y representan al 8% de la población de la isla. Y no sería justo meter en el mismo saco a toda la población de origen cubano, no todos son «gusanos», simplemente porque la emigración es principalmente económica. Sólo que estos son «emigrantes de primera», con privilegios con respecto a los millones de mejicanos que entran clandestinamente. Aunque son «de primera», también los hay que duermen sobre cartones, como pude constatar. Apuesto a que hay más mendigos cubanos en Miami que en toda la isla. Los indigentes se agrupaban por raza y procedencia. Los negros, los latinos y los blanqu…ah, no, de estos no hay mendigos, cocainómanos piraos sí.

Le dedican calles a los terroristas

Pero aunque no sean muchos, o no más que otras nacionalidades, hacen mucho ruido. Esta ciudad es una gusanera, lo sigue siendo. Nido de terroristas,  sus calles hacen apología de asesinos de civiles. Aquí hay que ser muy valiente para pasear con una foto del Che.

Pero lo que Miami esconde, lo que sustenta sus rascacielos, es el sudor de millones de modernos esclavos latinoamericanos, que no sólo hablan castellano sino también francés (haitianos), cosa que me llamó la atención. Son los que construyen, limpian y cocinan el mayor sumidero y lavadero de cocaína del mundo. Donde lo peor de la sociedad, los ladrones, asesinos y contrabandistas internacionales se pegan sus bacanales, amenizados con la mediocridad artística de los Iglesias. Mientras las migajas sirven para atraer un turismo cocainómano, patético, de silicona, rayos UVA y yates alquilados. Algo tiene que estar pasando para que pueda meterme un salmón a la plancha con 2 cervezas por unos 15$, después de que varias hermosas chicas latinas se disputaran el honor de invitarme a la cerveza. Incluso me quitaban de las manos la publicidad de las otras. Os aseguro que no era por mi tableta de chocolate. Toda esta pelea en el barro sucedió en la famosa calle «Ocean Boulevard», viendo pasar los Porsches. Que por cierto, en plena hambruna y crisis mundial han aumentado sus ventas.

 

 

Esta foto, en la base de la estatua, que está en la base de un rascacielos de Viceroy, y a unos 10 metros de dos yates de lujo en el centro del downtown, está situada sobre unos restos arqueológicos indígenas, sagrados. A mí me recuerda al cartel que había en Auschwitz, el trabajo os hará libres. Es igual de cínico. Toda esa simbología a mi alrededor y unas palabras me recuerdan ¡la victoria contra el racismo, el nacismo, la esclavitud y la pobreza!

Ganas de potar.

La noche la cerró un puertoriqueño cantante de Rock que guardó unos segundos de silencio por el 9/11, sin ni siquiera recordar que los que limpiaron los restos de las torres mueren sin la atención del gobierno.