Las fiestas navideñas me han servido para conversar con muchos amigos y familiares de los sucesos políticos de los últimos 6 meses. Estas conversaciones son con personas de muy distinta edad, procedencia social e historia personal. Pero hay un hilo conductor que las atraviesa: el pesimismo.

La pregunta que cualquier revolucionario (o no) se hace es: ¿qué hace falta para que las masas “despierten”?

La frase que más he oído estas navidades es: “La gente está dormida, no reacciona”. Generalmente las personas que lo dicen son también “gente”, y tampoco reaccionan.

Yo no hablo de gente en general, sino de clases, deformación. Además no soy mecanicista, y dentro de las clases populares distintos “grupos” reaccionan de manera distinta a la sodomía capitalista.

Barbara Einhreich dice que la precariedad induce visión en túnel. Ella se refería a las personas que trabajaban por el salario mínimo para mantener a sus familias. Y de esta manera llegamos a la primera explicación de ese supuesto “adormecimiento”:

La imposibilidad de conocer, de saber. El sector más precario de las clases populares a menudo, debido a esa visión en túnel, es incapaz de ver el mundo que le rodea (o que le penetra). Por diversas razones: falta de formación básica, falta de acceso a la información alternativa, pero sobre todo falta de tiempo, herramientas y energía para ver más allá de las anteojeras. (Nota. Anteojeras: Aparatos ideológicos de Estado).

Sin embargo sí existe el instinto de clase, y se intuye de dónde viene ese escozor rectal. Aquí es donde interviene el siguiente elemento:

El miedo. Este es el más efectivo. Miedo a perder el trabajo, la casa, el respeto, la novia/o, la libertad y sobre todo la integridad física.

Pero claro, no es lo mismo el miedo que sufre la persona que no tiene nada que perder: soltero/a, parado, viviendo con sus padres. De la que si pierde algo se queda sin nada (madre-padre de familia en paro sin subsidio con hipoteca). Y por supuesto no es lo mismo el de la persona que no quiere perder la posibilidad de “tener más”: un profesional, alto nivel formativo, licenciado, etc.

La guerra civil y la dictadura franquista hicieron bien su trabajo, eliminaron a los que no tenían miedo e inculcaron la cultura del miedo en toda una generación, que inconscientemente (más o menos) la dieron en herencia a sus descendientes. Con los extras “si no te metes en problemas te irá mejor” y “no hagas nada por nadie, nadie lo hará por ti».

Aquí es importante introducir otra de las sentencias más populares: “hasta que esto no estalle la gente no se moverá”. Falso. Es una excusa mediocre para quedarse sentado. Y además de mediocre, peligrosa. La depauperización de las clases populares en ausencia de organización lleva al fascismo, y en el mejor de los casos al caos. Os recuerdo lo del síndrome de visión en túnel.

 Son las capas más formadas de las clases populares las que han salido a las calles en esa explosión de rabia contenida del 15M, pero muy tímidamente. Esas personas, ya como individuos, vuelven a sus casas con la sensación de que no se puede hacer nada, de que está todo el pescado vendido. Son pocas (proporcionalmente) las que se atreven a seguir en las trincheras. Al resto, en su gran mayoría, las encuadraría en ese sector de las personas que perderían la posibilidad de “tener más”. Las detenciones y las multas “dificultan” acceder a unas oposiciones, por ejemplo.

Pero esto tiene que ser jodido y doloroso. Sabes que cuanto más te muevas más te va a doler, porque la vaselina te la quitaron hace ya. Tu mente progre y semiconsciente no soporta estar inmóvil, porque sabes que cada día que estés sin hacer nada, otra familia irá a la calle desahuciada, otro pueblo será bombardeado por la OTAN a la que tus impuestos financian y tú estarás más cerca del abismo. Con el camino que has tomado sólo te queda una opción, el opio.

La mayoría de ellos son no-creyentes…en la religión. Es común en nosotros creer que la religión es el opio del pueblo, y así es:

La religión es el alivio de las criaturas oprimidas, el corazón de un mundo cruel, el alma de las condiciones desalmadas, es el opio del pueblo.”

La mayoría de las clases populares en el mundo (y en nuestro país) siguen confiando en los sedantes tradicionales, no así la «progresía» occidental. Ellos, al renegar de la religión, creen que reniegan por tanto de todo opio que los adormezca frente al «engaño de los poderosos». Pero es un error creer que el opio sirve sólo para nublar la vista, ya que en realidad su principal función es la de calmar el dolor, es un sedante.

Vivimos en el s. XXI y la química farmacéutica ha evolucionado mucho desde los tiempos de Marx.

Sabes que el sedante tradicional, la Iglesia, ya no te hace efecto, hace tiempo que dejaste de ir a las procesiones. Necesitas un alivio, aunque sea pasajero.

No te preocupes que el capitalismo moderno tienen una gran oferta, veamos algunas:

Filosofía oriental y terapias alternativas.

Puestos a creer en algo, por qué no hacemos yoga, taichí, reiki, shiatshu, homeopatía, ayurveda, acupuntura, etc. Independientemente de la escasa capacidad curativa de esas “medicinas”, lo que yo quiero tocar aquí es su capacidad sedante. Meterse en ese mundo esotérico además de generar fe en algo intangible, está recubierto de una filosofía “alternativa” que lleva al iniciado a creer que se está alejando del sistema, o que incluso si todo el mundo llevara ese camino el mundo sería diferente. Como Jesús. El efecto es claro, hace a la sodomía más llevadera. O sea, después de un fin de semana “reikiano” el lunes irás a currar “con las pilas recargadas de energía” (nunca mejor dicho) e incluso creyendo que has hecho algo por la salvación del mundo (y su energía).

Sólo hay que darse un paseo por el CSO La tabacalera,  punto de encuentro fundamental de los miembros de la asamblea de Lavapiés. Además de ser un edificio y centro espectacular, me llamó la atención la cantidad de talleres de «esoterismo».

Derivados del opio en sentido estricto.

Los derivados que nos vienen a la cabeza, como la heroína o el crack, han sido muy útiles. En los años 80 la policía introdujo la epidemia del caballo en las ciudades de nuestro país. No sólo mató a decenas de miles, y los infectó de sida. Lo más importante es que sedó a una generación potencialmente revolucionaria.

En la actualidad aquellos que “si pierden algo se quedan sin nada” acuden a todo tipo de químicos: clásicos como la marihuana y derivados, o el alcohol. O más modernos, como los antidepresivos, ansiolíticos, relajantes musculares, etc.

Otros, pero no menos importantes.

El deporte, ya sea en el sofá o practicándolo, genera alivio a personas de todas las capas sociales.

El montañismo, las comunas hippies, la naturaleza, los animales, las granjas y el campo en general. Todas estas “actividades” sirven como escapatoria a una realidad que se hace más insoportable cuando más de cerca se la mira. Se liberan muchas endorfinas en esas actividades al aire libre. Pero el mono es el mismo. Cada vez necesitas más, cada vez más pesimismo y alejamiento de la realidad (aislamiento).

En definitiva, el que todo el mundo diga que “nadie hace nada” (circuito recursivo), más el miedo, más el opio y sus derivados son las principales causas del inmovilismo (relativo) que existe en nuestro país.

Sin embargo, no sería justo terminar así. Muchos de mis amigos me han preguntado: ¿y qué podemos hacer Moncadista? Y ahí se me queda cara de idiota. No tengo una casa donde invitarlos. Pero es que el «qué hacer» es tan complejo como las dinámicas de la sodomía. No tenemos organización(es) que puedan aglutinar a todas esas personas colocadas (por el opio), por eso hay que hablar con honestidad. Hay mucho que hacer. Estudiar, quitarte el mono y participar en el grupo “anti-sodomía” más cercano a tu casa-centro de trabajo sería lo primero. Llámese 15M, sindicato, plataforma anti-desahucios, o en el Frente Popular de Judea.

Pero hay que mirar a la realidad cara a cara y, colectivamente (siempre), tratar de construir alternativas. Pero por supuesto dejarse de excusas y religiones. Y si no, ser honesto, mirar a la cara a los de tu misma especie, y decir: ¡me la suda!

Para terminar deciros que soy asiduo (o lo he sido) a la mayoría de los opiáceos aquí descritos, y por las mismas razones. Pero aquí estoy, en la trinchera y no sólo la virtual, por las sencillas razones que da El cabrero: