Breaking Bad

Jueves, 30 de agosto de 2012. Michael Corcoran, Truthout.

Publicado originalmente en Truthout.

Breaking Bad” es una serie fascinante. Pero los intentos para compararla con “The Wire” (Bajo Escucha en español), que analiza sistemáticamente las instituciones y la experiencia estadounidenses, son equivocados. “Breaking Bad” es fundamentalmente una serie conservadora que trata toda sobre el individuo.

El pasado 2 de septiembre, AMC emitió el último episodio de su quinta y última temporada de “Breaking Bad”, una serie muy popular y críticamente aclamada sobre un maestro de química con poca fortuna que, después de ser diagnosticado de cáncer terminal, empieza una nueva vida como productor de cristal de metanfetamina. Las grandes alabanzas a la serie están ampliamente garantizadas: el argumento es fascinante, la fotografía y la actuación magníficas, y el drama intenso. Algunos se han atrevido incluso a sugerir que “Breaking Bad” representa la mejor televisión moderna que se ha ofrecido, incluso mejorando a The Wire de HBO como la mejor serie de su tiempo. Esto, hay que decirlo, es dar a la serie demasiado mérito.

Por muy entretenida que sea la serie, es importante entender lo que no es: un análisis serio de la guerra contra las drogas, el sistema sanitario, la cultura de las drogas de la clase media o, ni de lejos, la experiencia norteamericana. De hecho, la serie es más bien una demostración de un punto de vista muy conservador que plantea que la vida no es sino una serie de elecciones individuales. La serie, más que sencillamente, atribuye las consecuencias de esas decisiones de lleno a las mujeres y (mayormente) hombres que las toman. Como Chuck Klosterman escribió para Grantland, en un artículo del 2011 alabando a “Breaking Bad” como la mejor serie de la era moderna, la serie presenta un mundo donde “la bondad y la maldad son simplemente elecciones complicadas, no diferentes de cualquier otra cosa.” Esto, añade, es en contraste a “The Wire”, donde (énfasis en el original) “todo es al mismo tiempo bueno y malo” y “las condiciones importan más que los participantes.”

Klosterman, al intentar explicar por qué “Breaking Bad” es la mejor serie de la era moderna, está de hecho, y sin pretenderlo, señalando una de sus más manifiestas debilidades. La debilidad más grande de “Breaking Bad” es la falta de un análisis sistemático del experimento estadounidense, lo que a la vez fue la mejor baza de “The Wire”. De hecho, “Breaking Bad” hace exactamente lo opuesto a un análisis del sistema; en vez de centrarse en los problemas sociales desde un punto de vista general, se centra en lo micro, en la vida de un solo hombre, con ambiciones y moral únicas. Como resultado, “Breaking Bad” nos enseña mucho sobre un hombre fascinante, y apenas nada sobre la experiencia estadounidense.

Breaking Bad” no tenía por qué ser de esta manera. Después del episodio piloto, uno podría haber pronosticado razonablemente que la serie serviría para tratar el impacto de nuestro lamentable sistema de salud en quiebra. De hecho, un artículo reciente en The Nationdescribe la serie ser (erróneamente, yo diría) sobre el “fallido sueño americano,” rellena con “elecciones imposibles.” “Braking Bad,” escribe el autor, “trabaja para desmontar esas pequeñas falacias que evitan que el pobre demande dignidad.”

Pero esta interpretación sobreestima grandemente a “Breaking Bad” como una crítica al capitalismo norteamericano y/o sus instituciones. De hecho, poco después del episodio piloto la serie pivotó rápidamente a algo muy diferente, y algo enraizado profundamente en una especie de conservadurismo masculino e individualista. Resultó que Walter White no cocinaba cristal de metanfetamina porque no podía pagar sus facturas médicas, sino porque no quería aceptar caridad (de amigos bien avenidos) para pagar esas facturas.

Usando un razonamiento y un lenguaje que a los conservadores les debe encantar, White no se humillaría a sí mismo aceptando ayuda de otros, sin importar lo que tenga que hacer para evitar ese destino. Recibir caridad en el mundo de White, le hace débil, le hace menos hombre, y es mucho menos deseable para él que morir de cáncer. La idea de que fue “forzado” a una vida de crimen no hace justicia a la evolución de White a Heisenberg. White tenía elecciones; puede que no fueran elecciones perfectas, pero no eran elecciones “imposibles”, como las que los personajes de “The Wire” afrontan todo el tiempo.

La decisión de White de fabricar drogas no fue hecha claramente desde la desesperación, lo que se enseña más adelante con el hecho de que continúa con la travesura mucho después de que hiciera millones y su cáncer estuviera en remisión. No, la decisión de White reflejaba un conservadurismo clásico que viene directo de los gustos de Edmund Burke. “Un hombre provee para su familia…. porque es un hombre,” dijo el cabecilla de las drogas Gustavo Fring, a un agradecido White. Esta línea enseña por qué “Breaking Bad” puede bien ser la serie de la televisión más conservadora filosóficamente.

“La serie es cuidadosa en enseñar lo duro que es lograr incluso pequeñas cosas. La casa de Walt y Skyler no es lujosa, y sin embargo es muy real la posibilidad de que puedan perderla después de la muerte de Walt. Cuando Walt le dice a Skyler lo que ha hecho, su justificación es indudablemente modesta. Le dice: “He hecho una cosa terrible. Pero la he hecho por una buena razón. Lo hice por nosotros,” dijo Alyssa Rosenberg, del Centro para el progreso americano, en una entrevista por correo electrónico con Truthout. “Aún así, la solución de Walt a este dilema es individualista, guiada por una visión de masculinidad que le hace avergonzarse cuando su hijo pide donaciones para su tratamiento. Conforme la serie avanza, él abraza esta idea de que triunfa como hombre no sólo cuando provee de una modesta seguridad financiera a su familia, sino cuando está amenazando a otra gente.”

Para ser justo, los creadores de “Breaking Bad” son abiertos sobre lo que la serie está intentando hacer y ni siquiera intentan diseccionar los problemas sistémicos en los Estados Unidos. Cada simple detalle de la serie y la vida de White es, como el protagonista explicó a su hijo que se había tragado su mentira sobre la adicción al juego,”todo sobre elecciones.” Y aquí es donde “Breaking Bad” pierde una oportunidad increíble. Aprendes mucho más sobre la sociedad cuando la gente se mueve en un mundo, muy parecido al nuestro, donde las decisiones están restringidas por fuerzas externas y más grandes. “The Wire”, por supuesto, es un asalto totalmente frontal a numerosas instituciones fallidas, y de alguna manera, a la naturaleza brutal del capitalismo en sí mismo, un sistema que deja una clase marginal urbana permanente en las calles de Baltimore con pocas razones para la esperanza y apenas sin posibilidades de escapar.

Aquí vemos que ser “malo” o “bueno” no es simplemente una cuestión de “decisiones complicadas,” sino de un mundo complicado donde muchos son principalmente sujetos del mundo que les rodea. Consideren los giros de los personajes de “Wire” con los chicos jóvenes, como Dukie, cuyo caída a la mendicidad y la adicción a las drogas no puede ser explicada por una cuestión de “complicadas decisiones.” Así mismo, el personaje de Michael, cuya “complicada decisión” de unirse a una banda violenta de asesinos es también complicada pero mucho más que su propio juicio. “Tengo un problema, no puedo acudir a ningún otro,” le dice al líder de la banda Marlo Stanfield. Y no está del todo equivocado. Su hermano pequeño, que no tiene a un adulto de confianza que le cuide, tiene el riesgo de ser abusado sexualmente, forzando a Michael a una “decisión.”

Las elecciones son un lujo que White tiene, y la clase baja pobre urbana no. No por nada, si Dukie de “Wire” hubiera contraído cáncer, lo más probable es que hubiera estado sin diagnosticar y hubiera muerto rápidamente. Y ese es un pensamiento escalofriante y contundente sobre la experiencia americana. “Breaking Bad” apenas ofrece tales reflexiones sobre la vida estadounidense. Los niños de “Wire” son en muchos aspectos, lo que Kurt Vonnegut denomina “juguetes inservibles de fuerzas enormes.” Ellos prueban que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades de elegir, y en algunos casos ni siquiera se pueden calificar como elecciones de ninguna manera.

A diferencia de la representación llena de matices que vemos de los traficantes de drogas y adictos en “The Wire,” “Breaking Bad” presenta a la contracultura de la droga de Albuquerque como apenas una panda de idiotas: clase media, niños vagos; prostitutas envejecidas y desdentadas; capos de la droga erráticos y enloquecidos; etc. La representación de Wendy la prostituta es especialmente pésima; en una fría apertura se presentan los horrores de su vida de manera cómica mediante una canción, y en otra escena, el tío Hank se mete con su diente mellado para asustar a Walter Jr. de la marihuana. Incluso el desafortunado Jesse Pinkman, también adicto, es redimido ante las cámaras sólo cuando con Walt prospera en el mercado negro y hace millones, ganando ambos poder y riqueza, dos de los valores absolutos de “Breaking Bad”.

Todo esto con su fascinante estudio del personaje. La transición de White a Heisenberg ha sido dramática, deja con la boca abierta. Think Progress dedicó hace poco un artículo a la idea de que Walt está abusand de Jesse, lo que no es sólo bastante convincente, sino que también demuestra la profundidad con la que puede ser examinado el personaje de Walt. Pero de hecho es del personaje del que podemos aprender, y no mucho del mundo en el que vive. De hecho, Walt y sus experiencias son tan meticulosamente únicos que estamos bastante limitados en cuando a lo que podemos aprender de sus aventuras a través los suburbios del cristal de metanfetamina de Nuevo México. No se puede decir lo mismo para “The Wire” donde la mayoría de los personajes son representativos de una población entera de Estados Unidos: los pobres urbanos.

Es interesante cómo Rosenberg, que ha escrito sobre los aspectos conservadores de la serie, le cuenta a Truthout que “dado lo agudo de la crítica moral de la serie acerca de en lo que se ha convertido Walt, lo profundamente villano que es ahora, tengo que verlo como una crítica tanto del fallo de las instituciones y el “llevarlo solo”, así como la respuesta hipermasculina a esos fallos.”

Sin embargo, los sentimientos conservadores detrás de las acciones de White, si no las acciones en sí mismas, todavía parecen resonar en muchos fans. Al final de la cuarta temporada, la batalla final entre White y Fring se dio como un duelo armado del Western, aunque más horripilante. Fue una televisión irresistible, y al final, nuestro anti-héroe, White, ganó el día. Klosterman, en su ensayo, admite que a pesar de sus caminos engañosos y asesinos, la audiencia es puesta en “la curiosa posición de seguir animando a un individuo que ya no es bueno.” Consideren las palabras: Ya no es bueno. Klosterman usa las palabras “bueno” y “malo” como si el mundo entero pudiera ser situado en un diagrama de Venn que nunca intersecta.

White puede todavía recibir su “justo postre” para cuando la serie termine. Pero “The Wire” no nos tenía apoyando o rechazando a ningún héroe o villano en ningún caso; de hecho los personajes de la serie eran demasiado complicados, con mucha diferencia, para esas etiquetas. “The Wire”, sin embargo, nos tenía apoyando un mundo en el que todos los seres humanos pueden vivir con dignidad y tienen la libertad para de hecho tomar decisiones. Y eso es un testamento a la grandeza de “The Wire,” y un recuerdo de las limitaciones de “Breaking Bad.”