
He descubierto que escribí esto el 27 de septiembre, está sin terminar, y parece casi anticuado, pero creo que vale la pena hacerlo público.
Tuve un jefe que me mandaba experimentos dependiendo de lo que hubiera disponible. Si tenía tal anticuerpo, tal máquina, o tal línea celular, pues probaba a ver lo que salía. Al poco tiempo me di cuenta de que eso no era ciencia, eso era jugar a hacer ciencia. Un par de años antes había empezado a jugar a hacer política. Mis compañeros y yo “experimentábamos” con lo que teníamos a mano. Movimiento estudiantil, panfleteo, performances, e incluso alguna movilización “grande” como la del Bricall o la anti-LOU. Siempre a remolque del calendario gubernamental. Con el tiempo me di cuenta que eso no era hacer política, eso era jugar a hacer la revolución.
Ahora en ciencia tengo unos objetivos, busco los recursos y hago los experimentos que me responden lo que originalmente me había preguntado. Sin embargo, muchas veces no entiendo la respuesta, o no tiene sentido, o tengo que repetirlo un millón de veces hasta que la técnica está puesta a punto. No es fácil.
Cuando se convocó el 25S muchísima gente estuvo de acuerdo en que era una barbaridad, que era suicida. Además, estaba convocada por un grupo anónimo y los principios, los objetivos eran vagos, hasta Inestrillas de la Falange los apoyó. Sin embargo, la convocatoria se abrió y otros “grupos” entraron en la misma, y las reivindicaciones se concretaron. De ocupar se pasó a rodear, y la palabra constituyente empezó a sonar.
Durante las últimas semanas, las acciones del SAT habían llevado el debate tanto en los mass media como en las redes a donde personalmente creo está el meollo: la cuestión de clase, la pobreza y la explotación. La convocatoria del 25S es como cuando me dijeron que en mi laboratorio había una máquina que medía el consumo de oxígeno y la producción de lactato en tiempo real, y con todos los extras, una pasada. ¡Tenía que usarlo! Y me preguntaron, ¿para qué? No sé, pero mola, hay que usarlo. Las consecuencias fueron que perdí un poco el tiempo, aunque también me familiaricé con el aparato mientras elaboraba las preguntas que quería responder. El 25S no tenía preguntas, ni objetivos. ¿Para qué? Pues… porque… ¡no nos representan! La diferencia con mis experimentos es que sí hubo consecuencias, y graves. No sólo los heridos, algunos de ellos muy graves. Sobre todo yo veo dos:
1- el debate vuelve de nuevo al terreno de juego del sistema, la violencia. Y ahí, amigos borrokillas, nos la meten doblá. El debate es estéril. La policía es mala malosa, nos pegan y encima sin identificar. Y eso que el 19J parecía que estaban con nosotros. Y encima con infiltrados to cutres con banderas rojas y protecciones a lo tutti bianchi. Yo me he echado unas risas cuando pegaron a alguno de los secretas encapuchados.
Si bien la cosa ha cambiado desde hace un año cuando escribía esto. Me ha sorprendido la reacción de la gente, su valentía. Pero al final ¿eso qué significa? Pues historietas para los nietos, aunque algunos casi no lo cuentan o no podrán tener nietos. ¿Alguien me puede explicar dónde está el beneficio? ¿cuál de los objetivos se ha cumplido? Si es que había objetivos realistas. Como dice mi amigo Luís: “Como era de esperar, la represión ha capitalizado el discurso público. De reivindicaciones o programa, ni una palabra, señal nuevamente de que la acción política no depende ni de las intenciones de los convocantes ni del marco en última instancia, sino de las propiedades de la acción misma: si esta interviene en lo real o no lo hace; si produce algo. ¿Qué produce el 25S?” (al final volveré sobre esto).
2- No nos representan. ¿Eso implica que el movimiento sí representa a la mayoría? Rajoy, puro en mano, ha dicho algo muy sensato: “ha rendido homenaje a la «inmensa mayoría» de españoles que no se manifiesta contra las decisiones del Ejecutivo”. Y es cierto, ¿qué pasa con esa inmensa mayoría? Evidentemente Rajoy no los representa, pero ellos no se sienten representados por “el movimiento”, ¿por qué?. Y lo que quiero resaltar aquí, esta convocatoria ¿los acerca, los aleja del movimiento o los deja como estaban: buscándose las habichuelas?
Algunos dicen que la crónica de una violencia anunciada es la de sistema en crisis política, crisis de poder. El poder no se ha inmutado, al contrario, se ha deleitado con las imágenes. Ha pasado precisamente lo que tenía que pasar. El asalto al cuartel de invierno no será televisado.
El poder no está en la policía, ni siquiera en el parlamento. El poder alternativo hay que construirlo, y en el proceso es importantísimo que aprendamos a hacer las cosas con objetivos. El empoderamiento de la clases populares también está en decidir cuándo y cómo movilizarse, y no dejarse llevar por la inercia del empujón de una minoría (como es el caso).
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