Viendo el telediario del NODO, me surgen esas ganas de gritar por escrito, uno de esos escritos nada originales que me surgen de las entrañas de los que luego me suelo arrepentir.
La indigestión es diaria, pero los vómitos hoy los provoca el nauseabundo guión de los periodistas sionistas de TVE. El guión es el mismo, con diálogos más mezquinos si cabe. 3 asesinatos de muchachos israelíes, le meten fuego vivo a un adolescente palestino y retransmiten la brutal paliza de la policía israelí a un niño palestino estadounidense. Obama llama a la calma. TVE, y esa periodista infame, ante los niños palestinos asesinados por el ejército sionista, habla de respuesta israelí a los cohetes de Hamas. “Lo de siempre.”
Buena parte de mi (nuestra) militancia durante estas dos décadas de sequía política ha sido la solidaridad internacional. No por nada durante las Marchas de la dignidad del 22M uno de los comentarios era: “no se ha visto algo así desde las manifestaciones contra la guerra de Irak en el 2003”. Cierto, esas movilizaciones fueron mi escuela. En la actualidad, todo nuestro potencial militante, que ha aumentado considerablemente en los últimos años, se dedica, se enfoca, con toda la lógica en nuestro pueblo, que como territorio periférico sufre duramente el imperialismo económico.
Veo la solidaridad con el Sáhara o con Palestina muy disminuida. Mientras, la ofensiva sionista, con toda la propaganda internacional, se recrudece. Me duele mucho ver la falta de reacción ante los bombardeos sionistas, y ese intento de “solución final,” para terminar de darle la estocada a Gaza. ¿No os da la sensación de que la izquierda política, más numerosa y organizada de nuestra historia reciente, le está dando la espalda a nuestros pueblos hermanos? Más por incapacidad que por otra cosa, seguro. Pero la historia no tan reciente nos enseña que no hay revolución sin internacionalismo. ¿O nos vamos a olvidar ahora de las Brigadas internacionales?
La principal razón de mi vuelta a España, después de los 3 años de 15M, era la de vivir, oler, saborear y sobre todo ¡tocar! esa transformación de este país que estuvo somnoliento por tanto tiempo. Cuando bajo al sur, especialmente cuando visito Córdoba, y sus “Barrios Despiertos”, esas gentes sufridas y luchadoras, “miro la tierra que me ha tocao de andar,” pero después subo al norte y en mi cotidianidad me adapto esquizofrénicamente a esa “casta” (sic) fetichista de la tecno-ciencia, que o bien se lamentan de su precariedad o bien se vanaglorian (en secreto) de ser salvadores de la humanidad. Reniegan en general de la política, demasiado importante su trabajo, demasiado exigente. La actitud de indiferencia no me afecta especialmente, estoy acostumbrado y no es única ni muchísimo menos de este sector. Lo que me hace perder la paciencia es esa actitud victimista en un país donde “el 27% de los hogares no puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado cada dos días, según el INE” y siendo el 2º país de Europa con más desnutrición infantil.
Por supuesto que la precariedad existe en nuestra profesión. Por supuesto que hay motivos para quejarse. En mi centro los casos de flexibilidad, acoso laboral, explotación, jornadas laborales de 50 horas a la semana, problemas de conciliación de la vida familiar, que afecta especialmente a las mujeres, etc, etc, son cotidianos. Pero la selección artificial que sufre el científico medio durante su carrera lo hace increíblemente sumiso al poder (en sentido abstracto,) a las reglas, la normatividad… Toda esa inteligencia, esas mentes realmente brillantes (no hay sarcasmo aquí), después son incapaces de reflejar la más mínima rebeldía ante la compañera acosada, escudándose en legalismos. Una cobardía que es más indignante cuando conozco las luchas de trabajadores humildes que terminan en la calle cuando no en la cárcel por defender los derechos de otros.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el genocidio palestino? Pues porque ¿cómo puede ser que esta élite intelectual, satisfecha y orgullosa de trabajar más horas que hace 100 años porque va a salvar a la humanidad del cáncer, no sólo no haga nada, no reaccione, sino ni siquiera converse sobre temáticas que afectan al futuro de la humanidad misma? ¿qué mecanismo ideológico hace que personas tan sensibles al sufrimiento individual de un paciente de cáncer permanezcan prácticamente inertes al sufrimiento colectivo?
No tengo una respuesta a esto, pero estoy convencido de que el fetichismo, no el de la mercancía, sino el de la tecno-ciencia es fundamental para explicar esto.
Pero a lo mejor soy yo el fetichista, que espero del intelectual, del científico, a unos Einsteins que escriban por qué Socialismo. Cuando en realidad somos meros trabajadores más o menos artesanos, más o menos explotados, al servicio de un entramado de poderes, en el capitalismo del siglo XXI…